domingo, 20 de mayo de 2007

DE LOS TESOROS DEL ALMA Y SU AMONEDAMIENTO


Para tener la sensación o, por mejor decir, la ilusión de que el tiempo no pasa en balde, nos dedicamos a los diversos atesoramientos.

Avariciar pertenencias es sólo la más palpable de las avaricias. Existen otros afanes de ganancia. Si nuestro tiempo se traduce en dinero creemos haberlo aprovechado. Pero no hay banco ninguno que nos vaya a devolver nuestra horas a cambio de nuestros billetes. Si empleamos el tiempo en adquirir conocimientos, técnicas y sabidurías, creemos no haber derrochado el tiempo. Así que luego temeremos el olvido de lo que aprendamos, pues será el olvido de las horas entonces ganadas y ahora perdidas. Si dedicamos nuestras horas a fomentar los lazos familiares o de amistad, estos lazos no serán eternos. Si atesoramos juventud, vigor físico o belleza, concebiremos el tiempo como un enemigo. Si nos dedicamos a atesorar salud, el más leve trastorno nos sumirá en el desconcierto.

Existe también la tendencia de acumular experiencias, a modo de recuerdos.

La existencia es idéntica para todos, ninguna existencia tiene más calidad o intensidad que otra. En la intimidad del ser todos somos iguales. Sentados y en silencio, desprovistos de sus distintivos y signos, el sabio, el rico, el gozador y el aventurero son iguales, nada les diferencia en su viaje a través del tiempo. El dinero y nuestras pertenecias en nada nos auxilian, los conocimientos previos y los recuerdos son sólo una carga. Dentro de nosotros mismos no hay nada que guardar pues no hay lugar donde meterlo. Y a la vez todo se nos presenta. No somos peces que necesitaran cantimplora para bajar al fondo del océano.

No hay ningún medio para acceder a la verdad, pues entre la verdad y nosotros no existe la distancia.

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