jueves, 31 de mayo de 2007

UN INCISO


Perdón, hace un calor desacostumbrado en la casa, incluso para el verano. Seguro que superamos con creces los cuarenta grados. La gata se ha comido su pescaíto y, desparramada en el suelo, no tiene fuerzas ni para moverse. Yo también me siento cansado. Tengo una infección muy profunda en las encías. Anoche me despertó un sueño en plena madrugada y luego ya no pude dormirme. Aprendí algunas cosas importantes durante ese sueño. Fue uno de esos sueños lúcidos en los que se pasa con facilidad a la vigilia, y viceversa. Se me disipó la ira en el pecho. Era como un nudo de músculos que se desataban bajo el esternón. Ni siquiera en sueños podemos distraernos de la atención debida.

CONVERSA sobre CONVERSA Sobre Nosotros en el otro...

.
Sobre Converso 29 05 07 ...

juanaragon dijo...

¿Y si las emociones estuvieran antes que las circunstancias, empujándolas? Digo, pero no estoy muy seguro.


Joaquín dijo...

Eso es relativo a lo que puede llamarse karma. El karma no es tanto un destino, un castigo o una justicia universal como una tendencia. Una persona se ve inmersa en determinadas circunstancias no tanto por su hado o destino, ni por castigo cósmico o divino, ni por azar, sino más bien porque sus emociones le empujan hacia allí.

En esto coinciden las escuelas espiritualistas occidentales. Swedenborg decía que tras la muerte se conversa con demonios y ángeles y cada alma gusta de la compañía de unos o de otros. Como lo que más nos interesa es el ahora, esta descripción de la otra vida puede ser entendida como una metáfora de lo que ocurre en esta. Esto coincide con lo que el budismo tibetano describe de la vida tras la muerte. El destino es en cierto modo elección (como es con frecuencia inconsciente le podemos llamar “tendencia”).

En Psicología se le llamaría “patrones de comportamiento”. Hay patrones, que tal vez sean neutros o positivos. Los negativos son tratados en terapia. Se les adjudica un origen biográfico o familiar. Se los trae a la consciencia, pues en muchos casos son inconscientes. También se ofician representaciones simbólicas relativas a su significado, que procuran curar el patrón en su origen. Se escenifican las palabras o los gestos que debieron ser dichos o hechos entonces.
.

miércoles, 30 de mayo de 2007

LOS OTROS EN NOSOTROS


Vacío. Plenitud de la conciencia.

CONVERSA Sobre Nosotros en el otro...

.
Sobre Nosotros en el otro...

Carmen dijo...

A veces, aún entendiendo a la perfección todo ese planteamiento es inevitable sentirse perdido emocionalmente.
(...)

Joaquín dijo...

Tal como lo entiendo, la emoción tiene un imperio claro sobre el pensamiento. Por este mismo motivo, no así al contrario. Según lo percibo, las emociones son un fenómeno físico, algo corporal. Es cierto que el cuerpo tiene una relación directa con la mente (si quieres puedes llamarla “cerebro”), pero es principalmente a través de los estratos más profundos.

Por eso, por mucho que pensemos o que decidamos, la emoción parece que vaya por otro camino, contradiciendo a veces nuestras razones.

El proceso es así: las circunstancias mueven las emociones, las emociones mueven el pensamiento. ¿Cómo recorreremos el camino de vuelta? Según algunas filosofías y prácticas orientales la mejor manera es a través del conocimiento directo del cuerpo, o sea conocer sus reacciones y movimientos sutiles.

Aparte de las filosofías orientales, el neurofisiólogo portugués Antonio Damasio, en su libro El error de Descartes, estudia la relación entre el pensamiento, el cuerpo, y la emoción.
.
ADENDA VESPERTINA

Damasio concluye que la comprensión es racional o cerebral, pero la decisión es corporal.

Para algunas escuelas de meditación el principio y el objetivo de todas nuestras acciones son las sensaciones corporales por muy sutiles que puedan ser. Apetecemos los logros (materiales, sociales o de la índole que sean) por las sensaciones que nos provocan.

martes, 29 de mayo de 2007

NOSOTROS EN EL OTRO


Una de las mayores fuentes de confusión en nuestras relaciones con otras personas consiste en que la conciencia que tenemos de nosotros mismos no coincide con la forma bajo la cual los otros nos observan.

No se trata de que las personas con quienes tratamos no sepan comprendernos, sino que somos nosotros los que no comprendemos el modo en que las otras personas nos contemplan y nos sienten.

Tampoco se trata de hacer entender a quienes conocemos el modo en que nosotros somos.

Uno de los principales aspectos que constituyen nuestra imagen en el otro es el papel que desempeñamos ante él, si somos padre, madre, pareja, colega de trabajo, amigo, amante, un profesional de una profesión dada, un objeto de deseo o un objeto de compasión o de cualquier otro sentimiento, un consejero, una imagen a imitar, un hermano, hijo, confidente, mentor, etc. Muchas veces para determinadas personas el papel en que nos sitúan va cargado con unas determinadas expectativas y antecedentes, y unos determinados motivos sentimentales que superan en mucho tanto nuestras obras como nuestra capacidad de maniobra.

lunes, 28 de mayo de 2007

EL ORDEN DE LAS COSAS


Antes de trabajar en beneficio ajeno hay que lograr la claridad en uno mismo. Y antes de lograr la claridad en uno mismo hay que dejar que las aguas turbias reposen.

Contempla la fluidez de la realidad. Contempla con el fluir de la propia conciencia.

Observa el orden justo de las cosas.

domingo, 27 de mayo de 2007

BAJO EL PESO DE LA DUDA


Bajo el peso de la duda se encorvan algunos cuerpos. Si un pensamiento hace que se te hunda el pecho y que tu respiración se angoste en un jadeo, déjalo pasar.

La duda que más revueltas gira sobre sí es el cálculo del mayor beneficio para uno mismo. Esta es la más liante de las confusiones, pues en ella se mezclan el temor y el deseo junto con la ignorancia de lo que es y de lo que debe hacerse. De tal modo, y en gran paradoja, aspirando a lo mejor para uno se acaba alcanzando el sufrimiento.

sábado, 26 de mayo de 2007

AL PRINCIPIO


Podemos creer que los problemas que hay en nosotros mismos nos vienen de lo que otros nos han hecho o nos han dicho. Pero lo que parece claro es que no solucionaremos los problemas que tenemos con las otras personas hasta que no solucionemos los problemas que hay dentro de nosotros mismos.

Cuando veo que las personas que conozco tienen problemas y están neuróticos y paranoicos, recupero la atención debida y observo las preocupaciones, la neurosis y la paranoia que hay en mí.

viernes, 25 de mayo de 2007

AHORA QUE HE APRENDIDO


Ahora que he aprendido estoy en condiciones de enfrentarme con las eventualidades de este mundo. Tengo toda una batería de recetillas mentales creadas por mí mismo, no impuestas desde fuera, que me permitirán actuar con solvencia ante cualquier circunstancia. A cada pregunta, una respuesta, todo está ya clasificado. ¿De dónde viene toda esa clasificación? Eso ya es otro problema

Qué difícil es liberarse de uno mismo.

jueves, 24 de mayo de 2007

ARRIBA OTRO TANTO O LA MANÍA DE LA TRASCENDENCIA


Entre los muchos trucos de la estatua sin rostro, uno de ellos consiste en apuntarse cualquier cosa como un tanto a favor. Incluso el propio desenmascaramiento o la propia destrucción se lo anota como un tanto de iluminación, de santidad o de sabiduría.

Existe la fuerte tendencia hacia el sacrificio, que puede ser noble si se trata de un atento oficio por el ajeno beneficio. Pero que tiene mucho de disfrute de la propia imagen sacrificada.

La batalla del mal y del bien, de la culpa y de la redención, del remordimiento y de la compunción es un juego que el ego practica con gusto.

A la estatua sin rostro le gusta la solemnidad y la importancia. Todo lo que es cotidiano le sabe a poca cosa. Morir por una inocente criatura sí, pero no molestarse en cambiar unos pañales de bebé o matarse a cambiar pañales, ni mucho menos.

miércoles, 23 de mayo de 2007

MISIÓN EN ESTE PLANETA


En ocasiones he deseado una felicidad normal en esta vida. He procurado trabajarme a fondo en la dirección de la salud y la concordia, del bienestar y la serenidad. Todo sin resultado. Cada vez que me distraigo, cada vez que procuro detenerme a descansar un rato, he de levantarme de nuevo a continuar la marcha. No encontraré descanso hasta que haga lo que he venido a hacer en este mundo. Cosas buenas.

Así contigo.

martes, 22 de mayo de 2007

ESE MÚSCULO QUE LATE


Si has pasado demasiado tiempo siendo lo que se esperaba de ti que fueras, haciendo lo que se esperaba de ti que hicieras, diciendo lo que se esperaba de ti que dijeras, es ya la hora de volver los ojos en ciento ochenta grados hacia adentro, justo del revés y contemplar esos movimientos rítmicos que te han venido acompañando hasta ahora en el centro del pecho.

En absoluto es una mera comparanza que el pecho sea la sede de los sentimientos. Puedes sentir que el corazón se te desmanda cuando el sentimiento es intenso, y que la risa y el llanto no son más que dos formas bien distintas de ejercer la respiración. Podemos pensar que el movimiento de los pulmones y del corazón son un sobreentendido acerca del cual no cabe preocupación, mientras funcionen. Fíjate en la postura de tu cuerpo, siente sus movimientos interiores, relaja, si puedes, los músculos, observa el lugar que ahora mismo ocupas en este universo, la postura de tu cuerpo, tu postura ante el cosmos. Si esto no es importante, no comprendo qué puede serlo. ¿Cómo podemos tener problemas en controlar nuestros músculos, los latidos de nuestro corazón y nuestro aliento si somos nosotros mismos? ¿Cómo puede nuestra mente resultarnos desconocida si somos nosotros mismos?

Por favor, un poco de atención.

lunes, 21 de mayo de 2007

LOS QUE LO TUVIERON TODO Y NADA POSEYERON NO ANDABAN DEMASIADO LEJOS


No fueron a buscarlo a ningún reino mítico perdido entre las montañas. Tampoco lo encontraron en las entrañas de una máquina complicada. Ni en las grandes bibliotecas. No sucedió en el pasado noble y rancio, ni habrá de suceder en un futuro ideal y lejano. Eran y son personas normales, que se despiertan por las mañanas y desayunan, que acuden a sus trabajos, cocinan, comen y lavan los platos. No se retiraron del mundo, ni su mirada es enigmática. Puedes tranquilamente tomarte con ellos un té y pasar un buen rato charlando.

domingo, 20 de mayo de 2007

DE LOS TESOROS DEL ALMA Y SU AMONEDAMIENTO


Para tener la sensación o, por mejor decir, la ilusión de que el tiempo no pasa en balde, nos dedicamos a los diversos atesoramientos.

Avariciar pertenencias es sólo la más palpable de las avaricias. Existen otros afanes de ganancia. Si nuestro tiempo se traduce en dinero creemos haberlo aprovechado. Pero no hay banco ninguno que nos vaya a devolver nuestra horas a cambio de nuestros billetes. Si empleamos el tiempo en adquirir conocimientos, técnicas y sabidurías, creemos no haber derrochado el tiempo. Así que luego temeremos el olvido de lo que aprendamos, pues será el olvido de las horas entonces ganadas y ahora perdidas. Si dedicamos nuestras horas a fomentar los lazos familiares o de amistad, estos lazos no serán eternos. Si atesoramos juventud, vigor físico o belleza, concebiremos el tiempo como un enemigo. Si nos dedicamos a atesorar salud, el más leve trastorno nos sumirá en el desconcierto.

Existe también la tendencia de acumular experiencias, a modo de recuerdos.

La existencia es idéntica para todos, ninguna existencia tiene más calidad o intensidad que otra. En la intimidad del ser todos somos iguales. Sentados y en silencio, desprovistos de sus distintivos y signos, el sabio, el rico, el gozador y el aventurero son iguales, nada les diferencia en su viaje a través del tiempo. El dinero y nuestras pertenecias en nada nos auxilian, los conocimientos previos y los recuerdos son sólo una carga. Dentro de nosotros mismos no hay nada que guardar pues no hay lugar donde meterlo. Y a la vez todo se nos presenta. No somos peces que necesitaran cantimplora para bajar al fondo del océano.

No hay ningún medio para acceder a la verdad, pues entre la verdad y nosotros no existe la distancia.

sábado, 19 de mayo de 2007

HABLANDO DE LÓGICA


Puestos a establecer dualidades, podemos experimentar la tendencia de contraponer los mandatos de la lógica y la razón a lo que el corazón nos sugiere. El pensamiento humano suele operar a través de unidades numeradas, sobre todo a través del dos y del tres. Dos son las oposiciones polares de las cosas: oscuridad y luz, bien y mal, verdadero y falso, húmedo y seco, frío y caliente, muerto y vivo, etc. Tres son las partes del alma, las clases sociales, las personas del verbo, etc.

No digo que tales dualidades o tríadas sean falsas, simplemente es necesaria la aceptación de que no siempre han de imponerse sobre nuestra manera de vivir la realidad. Aunque resulte en principio inconcebible, es posible entrar en contacto directo con la verdad sin necesidad de construir previamente todo un puente de cálculos o de palabras hacia ella.

Hay personas que viven con la creencia de que su vida es fútil y carece por completo de sentido. Hay personas que mueren con la misma creencia. Hay personas que creyentes de esta fe en la futilidad de la existencia, emplea su vida en distintas distracciones, y distracciones de las distracciones. Algunas de estas personas aplican todo el poder de su lógica, de sus conocimientos y su razón a distintos fines, como es el beneficio y el placer propio y ajeno, pero no aplican este poder del pensamiento a contemplar su propio ser. La creencia en que tu vida es fútil y carente por completo de razón y de objeto, no tiene ninguna lógica. Decir que la propia vida y la propia existencia es un mero azar, una banalidad sin sentido, significa decir que ninguna otra existencia posee importancia ninguna. Si se tiene conciencia aunque sólo sea por un instante de la existencia propia y la de todos los seres del universo, no es en absoluto lógico decir que todo esto es para nada. Es.

viernes, 18 de mayo de 2007

LA PALABRA INTERPUESTA


No hay nada en estas letras que no puedas encontrar en ti mismo. De hecho, no hay nada en estas líneas si no lo encuentras en ti mismo y por tu propia facultad de conciencia.

Somos un alma, entre nosotros y nosotros mismos no puede imponerse ningún obstáculo o velo que nos impida vernos tal cual somos, como verdad auténtica y de primera mano. Y sin embargo leemos libros de psicología para comprendernos y saber cómo somos en realidad.

Somos seres humanos, hemos nacido de otros seres humanos, tal vez hemos engendrado o parido a otros seres humanos, vivimos entre otros seres humanos, no hay nada que se interponga entre nosotros y nosotros mismos, entre nosotros y quienes nos acompañan. Y no obstante leemos libros de antropología y sociología para comprender al ser humano y a los grupos en que se integran.

Somos materia viva, vivimos en el mundo, pisamos realidad, respiramos naturaleza, comemos naturaleza, bebemos naturaleza que nos llena y constituye. Pero creemos no saber nada acerca del mundo, la realidad y la naturaleza porque tal vez desconocemos o no comprendemos las últimas teorías de la ciencia.

A lo largo de la historia, muchas teorías tenidas como ciertas han sido substituidas por otras teorías que las desmentían. Lo cual causó y sigue causando no poca incertidumbre en muchas gentes. Las teorías contemporáneas son tenidas como las definitivamente seguras aunque nada nos garantiza que no vayan a ser refutadas como erróneas en un futuro más o menos lejano. Ciertas o no, las teorías científicas han encauzado a muchas gentes hacia un progreso técnico que parece ilimitado.

En cualquier caso, la lógica, la palabra y la ciencia no imposibilita en modo alguno las experiencias inmediatas por parte del individuo. Tenemos la impresión de que todo aquello que no puede ser formulado o conjurado mediante palabras es una zona oscura que más vale evitar. Incluso no fiándonos más que de lo que aprueba nuestra propia deducción y nuestro propio criterio, creemos que para alcanzar la verdad o la realidad hemos de tender necesariamente todo un puente de verborrea lógica hacia ella.

jueves, 17 de mayo de 2007

Sólo es ateo quien puede serlo


De lo primero que hago cuando llego a la India es comprarme una bicicleta. Aunque ahora están llegando nuevos modelos, allí todavía las bicis corrientes son unos trastos encantadores, nada de aluminio sino que están hechas a base de hierro y acero. Tienen los frenos de varillas que se estilaban en mi infancia, antes de que llegaran los de cable. Son pesadas y, además, se escacharran con facilidad, lo cual no es un problema en un país donde a cada trecho hay un taller de reparación o simplemente un mecánico sentado en una esquina con unas cuantas herramientas, que te la repara al momento por unas cuantas monedas mientras tú te tomas un chai (té azucarado con leche) en un daba (chiringo) al lado.

El tráfico en la India visto desde fuera parece algo caótico y peligrosísimo, con esa barahúnda abigarrada de vacas, bicis, peatones, camiones, motocarros, coches y motos, todos haciendo el mayor ruido posible. Pero una vez que te integras en ese río, que es un tao, la cosa va sobre (dos) ruedas. Sorprendentemente te sientes seguro. La causa es que toda esa corriente caótica funciona de un modo relativamente lento, sobre todo si lo comparas con el veloz tráfico de nuestras carreteras. Sólo he visto accidentes donde estaban involucradas las malhadadas “Honda Hero”, las cuales, a mi parecer, van demasiado deprisa y no más despacio van a acabar con la tradicional armonía de las vías indias.

Aparte de las motos japonesas, en las calzadas indias también existen como peligros catalogados unos baches terroríficos. No es la típica pequeña grieta en el asfalto erosionado, sino unos socavones brutales que causan espanto y donde puede ir una persona con bicicleta y todo.


A veces, durante los monzones me ha tocado pedalear al anochecer bajo unos goterones gordísimos que no te dejaban ver ni a tres metros, con el agua por las canillas y las ruedas de los camiones levantando cortinas de barro y agua entre fogonazos de faros y bocinazos tremendos. Esquivando la mole oscura de una vaca sagrada, te preguntas entonces dónde diablos estaban esos socavones horribles que ahora serán simas telúricas engullendo a remolinos las aguas del monzón.


Sabes que en el río de agua y vehículos tú, como ciclista, ocupas el penúltimo escalón, por debajo de las vacas y sólo por encima del sencillo peatón. El código no escrito de circulación indio puede resumirse así: el vehículo más grande tiene la razón.


Estás allí calado hasta los tuétanos, con los pedales hundiéndose en el agua, luchando por llegar vivo a los seguros y venerables muros del ashram, entre el resplandor de los rayos y el crujir de los truenos. Si no crees en Dios en esos casos, al menos que existe el trimurti Shiva-Vishnu-Brahma lo das por cierto.


Con largas melenas rojas entrecanas y cubierto tan sólo por un lungui (lienzo anudado a la cintura), Miro es un yogui servo bosnio que conocí a orillas del Ganges. Su historia es ilustrativa a este respecto y concuerda con esas eternas historias de Hollywood donde un John Doe, un ciudadano cualquiera, se ve envuelto en una pesadilla o en un drama.

Llegó a la India como un mero turista, con la intención de ver y disfrutar unos cuantos exotismos y luego gastarse sus últimas rupias en recuerdos y baratijas antes de agarrar el avión de vuelta. Cuando escaló en Suiza, las autoridades le retuvieron el pasaporte. En su país acababa de estallar la guerra, es más, su país ya no existía. Lo mandaron de vuelta a Delhi, donde el antaño ciudadano próspero con negocio propio se vio ahora sin dinero, sin pasaporte, sin país, sin nada. En esas circunstancias no tardó en enfermar de gravedad mortal. Lo ingresaron en un hospital indio de beneficencia, que ya es decir. En poco tiempo había perdido una tercera parte de su peso. Se veía allí solo en un país extraño al borde de la muerte, entre las toses y lamentos de los otros enfermos en la sala de un hospital indio de beneficencia.

Cuando conocí a Miro, habiendo sobrevivido a todo eso, andaba cantando, a orillas del Ganges, las glorias de Shiva. Sólo es ateo quien puede permitírselo.


La historia de Miro no es muy diferente de la de cientos de millones de ciudadanos indios cuya mente se concentra en gran medida en averiguar qué van a comer ese día. No se trata de que llegue allí de vez en vez un jesucristo a multiplicar los panes y los peces o un moisés a separar las aguas. Allí el milagro se espera en forma del arroz de cada día. Amanecer constituye también otro milagro. Cómo no creer en Dios después de tanto portento y maravilla. Es más, de un modo incomprensible para un occidental, creen en un Dios único y en miles de dioses distintos. La tarea divina es mucha, y con uno, dos o tres no basta. Lo que hay allí es una Santa Multiplicidad. El ateísmo en India es algo exquisito reservado a una pequeñísima minoría de intelectuales de Delhi o Bombay. El resto de la población ni se lo cuestiona (ni puede cuestionárselo).


Ateísmo o agnosticismo son virguerías del intelecto que siempre me han resultado propias de un ámbito urbano de industria y comercio (la agricultura y la ganadería siempre han sido teístas, a menos que se tecnifiquen) sueldos fijos, bienestar socialdemócrata, rentas vitalicias y seguros médicos. Este es el abono circunstancial para cientifismos, racionalismos y, sobre todo, los así llamados “escepticismos”.


Mismo en estos lugares y épocas donde parece haberse detenido la rueda de la fortuna, todavía existe la lotería infrecuente de la coincidencia, que es, como decía Nelson Rodríges, donde Dios se manifiesta. Algunos prefieren llamarlo “casualidad”. La casualidad es el último espacio místico que se ha reservado el así llamado “pensamiento científico”. La casualidad (no confundir con su antagónica aristotélica la causalidad) es la anticiencia. Pero, del mismo modo que Dios y el diablo se complementan en su juego de claroscuro, la “ciencia” invoca a la “casualidad” como “lo otro”, lo que estando dentro de lo comprendido, está fuera. En el mundo que nos pinta la ciencia todo está claro, y lo que no está claro, o bien está por clarificar, o bien es “casual”.

Dentro del discurso científico o cientifista no hay nada tan problemático y tan anticientífico como la repetida alusión a lo azararoso, algo que puede ser así o asao, o que puede ser o no ser. Contraviene el sagrado principio lógico de la razón suficiente. No es de extrañar que ensayistas del oficio científico, como el célebre Monod, entre otros, se hayan ocupado del asunto.


Para que todo esto no parezca demasiado abstracto voy a poner un supuesto concreto. Dentro de la así llamada “ciencia”, hay un área donde choca dolorosamente lo objetivo y lo humano: la medicina, también llamada “ciencia médica”.


Es algo que se venía anunciando, si bien con las nuevas técnicas y artefactos el proceso ha llegado al paroxismo. Al menos antes, el médico dedicaba gran parte de su atención a interrogar al paciente sobre los síntomas. Hoy se enfrasca en sus datos y sus máquinas: scanner, ordenador, analíticas... El facultativo, por su afán de ser objetivo, se va acercando al ideal científico de no querer ver al sujeto. La “ciencia médica” quiere llegar al imposible de hacer del sujeto un objeto de estudio. De modo que reduce la persona a un amasijo abstracto de células, cultivos, tejidos, analíticas y gráficos. Casi le molesta que encima, “aquello” objetivo dé hasta los buenos días y tenga su opinión formada sobre lo que le aqueja.


Para poner todavía un ejemplo más concreto: “Doctor, ¿me curaré?” Y entonces el galeno puede hablar de probabilidad y estadística. Es interesante que la estadística, que parece el último baluarte de certeza en la ciencia, es el mismo instrumento con que la así llamada “ciencia” se enfrenta al azar y sus juegos. No sabemos qué ocurrirá en su caso (casual) pero sabemos que en un X por ciento de las veces ocurre esto o aquello, que es como no saber nada. Si la estadística arroja un resultado negativo con los medios probadamente científicos de que se dispone, la dolencia puede ser declarada como absoluta y científicamente incurable. Nótese que no se trata de que “la ciencia médica” no pueda curarlo sino que es “realmente” incurable, y si es curable no es real.


¿Y qué pasa con la medicina tradicional de otros lugares, como India o China? Pues se afirma que son meras supercherías. ¿Por qué? Porque somos la raza superior, somos los que más pasta tenemos, lo cual nos acredita y además no son probadamente científicas. Dado que las pruebas científicas a este respecto las financian los grandes consorcios farmacéuticos, no es previsible que el status científico de aquellas medicinas cambie en un futuro próximo. Tal vez se considere que no viene mucho al caso pero la Seguridad Social, tal como está hoy en día, libre de “supercherías”, es un negocio fabuloso para las multinacionales del fármaco, y además da votos (ambos pasta y votos otorgados dócilmente por la ciudadanía) a los políticos que las organizan y gestionan, o sea, el tándem perfecto para que las cosas sigan como están.


Y si la dolencia es considerada además como científicamente mortal, entonces, antes que intentar ridículamente algo no probado o supersticioso o exótico, más vale resignarse a tener una muerte científica, si es que tal cosa puede existir.


Puesto que la profesión médica es una de las más nobles y dignas por su esencia, considero probable que la personalización en el trato con el paciente acabará por establecerse como protocolo. Médica era Kübler-Ross que promovió los protocolos de respeto a los enfermos moribundos. Antes de estos avances humanitarios, las personas desahuciadas habían caído en ese fatal limbo donde “la ciencia ya no puede hacer nada”. Y quedaban aparcados casi de cualquier modo a la espera de que “la ciencia” interviniera de nuevo para certificar la defunción. Las mejoras que introdujo esta doctora suiza estaban basadas en un supuesto muy poco científico: que los enfermos tienen alma y que éstos necesitan tranquilidad y otras condiciones favorables para emprender de la mejor manera posible el tránsito al más allá. Mismo siendo Elizabeth Kübler-Ross tan poco científica en su planteamientos hasta los cientifistas, racionalistas o escépticos más radicales pueden llegar tarde o temprano a beneficiarse de las mejoras que impulsó. (Es sintomático que estos protocolos respecto a los moribundos que Kübler-Ross impulsara, se los inspiró precisamente una charla que mantuvo con una de las personas que, en el Hospital donde trabajaba menos podía estar trabada en su pensamiento y corazón por los inapelables dogmas de la ciencia: la limpiadora del turno de noche).


Hemos mencionado tráfico rodado, circunstancias bélicas o políticas y enfermedad como las maneras en que lo imprevisto, lo azaroso o lo coincidentemente divino puede irrumpir hasta en las vidas más previsibles, pese a lo cual cada uno es libre de aferrarse a sus dogmas científicos o de otro tipo. Depende del aprieto.

Esto me recuerda a cuando siendo niño me internaba en las minas de yeso abandonadas de los Montes de Málagas junto con los amigos por afán de aventura y para probar nuestra valentía. En una de esas veces nos perdimos en aquel laberinto oscuro de galerías, muchas de las cuales estaban bloqueadas por derrumbes o por pozas formadas por las aguas freáticas. Los que antes éramos mozalbetes osados y descreídos ahora, conforme se iban agotando las baterías de las linternas, sin encontrar la salida, comenzábamos a escarbar en la memoria en busca de alguna oración, que ya algunos comenzaban a entonar para que les sirvieran tal vez como hilo de palabras que nos condujera fuera del laberinto.


Esto, a su vez, me recuerda lo que algunos paisanos me contaran en el Amazonas. Cuando se pierden en el laberinto vegetal de la selva y una y otra vez dando vueltas van a dar al mismo sitio, forman con ramas una rueda que dejan en ese sitio al que eternamente retornan. Es algo supersticioso y nada científico, pero al menos les sirve para volver a casa. (O al menos eso creen ellos en su ingenuidad precientífica, en realidad es sólo casualidad que encuentren luego el camino de regreso).


(Foto: Mi ashram en los Himalayas. Tras el edificio, el Ganges. Y al fondo entre los árboles el ashram de los Beatles)

miércoles, 16 de mayo de 2007

LA ESTATUA SIN ROSTRO


Tres son los venenos que afligen nuestra mente: el deseo, el rechazo y la confusión. La confusión proviene del apego o la repugnancia por algo.

No todas las almas están en condición de escuchar o comprender las verdades con que se encuentran. La vida es como un horno que nos va sancochando hasta tenernos listos para afrontar nuestras auténticas tareas limpiándonos de la distracción.

Al comienzo de nuestra vida disponemos de un cuerpo cambiante, se nos da un nombre, y se nos ofrece la tarea de construirnos una personalidad. Este es un proceso gozoso. Toda diferencia respecto a los otros es aplaudida como una ventaja. Pero, como contrapartida, cada paso que damos en la vía de la diferencia es un paso más en el camino de la soledad, donde la exhibición de un ego diferenciado carece de sentido.

Por establecer una comparanza, el ego es como una estatua sin rostro a la cual tratamos permanentemente de buscarle una máscara embellecedora. Y evidentemente cada máscara es falsa en la medida que todas son verdaderas máscaras.

El ego teme ser desenmascarado y enfrentarse a su propia carencia de rostro. Muchos son los trucos que emplea para rechazar el reconocimiento de su ficción y vacuidad. Rechaza los cambios, pues sólo lo permanente le parece que existe. Para tratar de ser algo busca opiniones ajenas y las adopta como propias, trata de crear ideas y puntos de vista. Asume las señas de identidad de un grupo. Procura modificar una realidad y estampar en ella su firma. Acapara objetos, que denomina pertenencias. Ansía ser reconocido por los otros, o lo que es lo mismo, busca el prestigio o la fama.

Si fracasan todos estos trucos al ego le queda un último recurso: el sufrimiento. El abatimiento, la sensación de fracaso y la autocompasión son tentaciones difíciles de resistir, por que remiten con fuerza al ego sufriente que las padece.

Sin embargo, todo este itinerario, señala una y otra vez en una dirección desconocida, un camino de aventura que debemos de tener el suficiente valor de transitar.

martes, 15 de mayo de 2007

COMO DIOSES


Ante la oferta de convertirse en un dios del gozo eterno muy pocos humanos se negarían. Cada cual puede tener su imagen de lo que sería un paraíso perfecto, que es como decir que cada cual tiene una imagen de sus propios deseos, bien sean estos de placeres, de sabiduría o de santidad. Si cursáramos una vida de gozo permanente tendríamos muchas dificultades en preguntarnos acerca del estado de las cosas. Sólo nos preguntamos por qué las cosas son como son cuando sufrimos o somos víctimas del tedio.

Es nuestra condición de seres humanos la que nos hace indagar sin término acerca de la realidad cambiante. Es la vida con sus altibajos de sufrimiento y placer la que plantea la pregunta que es en sí misma una respuesta.

lunes, 14 de mayo de 2007

ROBÓTICA SENTIMENTAL


Sin necesidad de fe, sino por tu propia experiencia llegarás a saber que más allá de las apariencias normales, felicidad y tristeza se disuelven en uno sólo.

Además de en los altos conceptos de la lógica o de la ciencia también en el sentimiento imperan las dualidades: amor y odio, pena y alegría, olvido y nostalgia. Y nuestra emoción responde a los hechos que nos ocurren con un código emocional predeterminado. Nos apresuramos a lanzar la emoción que se espera de nosotros en cada caso. Es como si actuáramos frente a un público imaginario que pudiera contemplar también las batallas de nuestra vida íntima.

Es necesario que descubramos nuestra propia esencia, más allá de nuestros comportamientos y sentimientos estereotipados: rencor, pasión, celos, amargura, exaltación, etc. Creemos ser libres cuando sólo nos obedecemos a nosotros mismos, pero esto también puede ser otra forma de esclavitud y tiranía. No se trata de hacer o no hacer, se trata de descubrir quién hace qué y por qué lo hace.

domingo, 13 de mayo de 2007

LO QUE ES Y LO QUE DEBE SER


Cada día que pasa se aclara la conciencia que no es mía ni tuya, sino que es la conciencia.

No tiene sentido decir que no debía haber sido lo que de hecho es. Lo que es, debió ser, y por eso es. Ahora toca preguntarse cómo son las cosas.

No hay que conformarse a ningún infierno, por mucho que éste haya sido decretado por hombres, destinos implacables o dioses. Si te encuentras en un infierno, has de saber que eres parte principal del mismo. Por tanto, despierta.

sábado, 12 de mayo de 2007

EL AMOR INDISCRIMINADO


Necesito una superabundancia de amor a mansalva, un torrente de ternura que no conozca origen ni fin. No podemos obtener nuestra parte alícuota de ese don, pero podemos compartirlo.

Si lo pensamos detenidamente y en estricta lógica, no hay más remedio que el amor indiscriminado. No son posibles las particiones ni las banderías. El mucho amor no requiere su contrapartida de odio o de indiferencia. Quien ama, ama al cosmos en masa. Quien ama a un solo ser, ama al Universo.

Esta afirmación tiene la fuerza probatoria de las más estrictas ecuaciones matemáticas. No es emoción lo que aquí expreso, es pura ciencia.

Amar a los otros es amarse a sí mismo.

viernes, 11 de mayo de 2007

PACIENCIA


Ahora que te enfrentas al camino verdadero, llena tu macuto de paciencia.

Utilizamos las metáforas y las comparanzas sin apenas reparar en ellas. Decimos “camino” nos decimos “viajeros” de la “vía”, pero al utilizar estas imágenes no nos visualizamos como “caminantes”.

Hay viajeros que después de pasarse una vida entera volando en aviones, conduciendo automóviles, tomando trenes y navegando, todavía no se han movido de donde estaban. Es como quien aprende muchas lenguas pero no tiene nada que decir en ninguna de ellas. Todos somos un poco así. Hemos viajado para poder regresar al mismo sitio y hemos aprendido lenguas para guardar silencio.

Querámoslo o no estamos embarcados en un viaje extraño llamado vida. No tenemos ningún derecho a aburrirnos con nada de este mundo pues todo es misterioso y es único. Tenemos anhelo de lo desconocido. Como no podemos desear lo que no conocemos, acabamos deseando el conocimiento de lo que nos resulta nuevo. Tenemos un hambre insaciable de novedades.

Pretender olvidar es también absurdo, así como el deseo de recordar. Cuanto más procuramos olvidar algo más nos lo traemos a la mente. Cuanto más pretendemos recordar algo, más se aleja de nosotros.

Cuanto más esfuerzo hacemos por escapar de las redes más nos enredamos. Pasado y futuro nos empujan a concentrarnos en el momento presente.

No merece la pena llamarse estúpido, y repetirnos nuestra propia ineptitud como si fuera un mantra o una letanía. Mucho es lo que ya sabemos pero todavía no lo reconocemos.

Todo nuestro itinerario vital es un inmenso rodeo, un camino de vuelta.

Ahora es necesaria la sencillez y no cargarse los lomos con nuevas y penosas tareas: sabiduría, belleza, felicidad, salud perfecta, bondad, santidad... Son todas ellas nuevas obligaciones que pueden hacernos más necios, más nerviosos, menos saludables, más taimados y demasiado tristes como para ser generosos.

La paciencia requiere paz. Ni héroes ni gusanos, somos tal como somos. Y así transcurre el tiempo.

jueves, 10 de mayo de 2007

La represión psicológica del pesimismo


Resulta interesante, y a la vez paradójico, que la lectura de grandes pesimistas como Cioran o Bernhard, resulte alegre, incluso humorística. Sin embargo, la lectura de optimistas fingidos o de voluntariosamente optimistas resulta un tanto deprimente. Este fenómeno ha de tener su explicación y no debe ser muy diferente de la que nos aclare por qué simpatizamos antes con los pícaros o tunantes que con los santurrones.

Concuerdo con la idea de las escuelas budistas que nos habla de la bondad, sabiduría y felicidad básica del ser humano. Pese a lo cual, es evidente que previo a alcanzar esa verdad fundamental de la persona es necesario despejar mucha broza de confusión o de samsara (inevitables condiciones desagradables de la vida terrenal).


Estas aseveraciones no son dogmas de fe ni propuestas teóricas a considerar sino un objetivo a experimentar. El procedimiento es la contemplación o meditación según diferentes técnicas como el vipassana, el zen o las de las escuelas tibetanas. Durante este trabajo hay que observar toda la confusión samsárica. Observarla, dejar que se “queme” de este modo y se desvanezca luego como nubes en el cielo. Así el meditador se va liberando de impulsos negativos sin rechazarlos o negarlos pero tampoco alimentándolos o siendo movido por ellos (literalmente movido por ellos).


Todo lo que el meditador observa surge del inconsciente. A cada uno de estos objetivos de contemplación se les llama samskaras. Negarlos o empujarlos hacia el olvido no sirve más que para aumentar su presión hacia la superficie de la conciencia. Utilizando la célebre metáfora, es como tratar de evitar que el agua se evapore en una olla hirviente tratando de empujar con una tapadera las burbujas hacia abajo.


Existe un fenómeno contemporáneo, relacionado con lo que acabamos de mencionar, que es la vigilancia o la represión del stress, que es como en inglés se le llama a la tensión. Como sabemos que el stress es “malo” lo rechazamos o reprimimos bajo una débil pátina de calma aparente. Pero cuando la vigilancia cesa, por ejemplo, durante el sueño, la tensión aflora.

Volviendo al asunto de la meditación, la libertad salvaje que el contemplador se concede en el examen de su mente, no significa que haya ausencia de normas de comportamiento. La moral existe como apunte de lo que es nuestra esencia verdadera, y también como guía (mientras alcanzamos a comprender por nosotros mismos) para conducirse fuera de la meditación. Entre tanto, el espacio y el tiempo de la meditación permanece como un ámbito libérrimo donde el objetivo es la observación inmóvil (literalmente inmóvil) y ecuánime de todos los fenómenos psíquicos que vayan surgiendo.

En cualquier caso, para las escuelas de meditación mencionadas, la moral no es nunca una cancha donde establecer competencia. No es de extrañar entonces que a Nietzsche, al menos al principio, el budismo le fascinara. Emociones tales como el rencor (causado por la renuncia de los placeres), la altanería (por el mismo motivo) y el nihilismo (que representaba exactamente el mismo motivo) estaban ausentes de las enseñanzas budistas.


Lo que nos desagrada de la santurronería es que, por impostar bondad, cae en el gran pecado de la soberbia. En vez de nacer de un sentimiento amistoso para con los otros, entra en absurda competencia en materia de cumplimiento de normas morales para mayor engorde de un ego ya desmesurado. Y también, por eso, preferimos al cínicamente ególatra antes que al ostentosamente humilde. También hay un cierto humor en el narcisista, ha domesticado suficientemente el ego como para darle un paseo, humor que tan bien y también ejercitaba Nietzsche.


Para retomar el hilo de este discurrir acerca del pesimismo, respecto a este asunto ocurre cosa parecida. En el optimista fingido nos fastidia su obstinada negación de lo real. Los pesimismos arrebatados de Cioran o Bernhard nos resultan más próximos al verdadero optimismo que aquellos otros que, de un modo pánfilo, se empeñan en negar la existencia de motivos para la melancolía.


El humorismo del pesimista franco y ácido tiene el mismo procedimiento que el humor de los chistes picantes, expone con ingenio lo que suele reservarse a la intimidad. O, mejor aún, se halla más próximo al humor negro que hace chanza de lo trágico. Como suele decirse, la diferencia entre lo cómico y lo trágico, en muchos casos y en gran medida, es cuestión de perspectiva.


Igual que el optimista fingido, reprimiendo los motivos de pesar, se aleja aún más de la verdadera alegría, el pesimismo crudo pasa rápida revista a lo tenebroso para, una vez supervisado, liberar el entusiasmo.

Imagen: óleo sobre lienzo de Ángeles Pedrero Encabo

miércoles, 9 de mayo de 2007

LA FELICIDAD COMO UN PÁJARO


No es una injusticia que el bueno reciba mal a cambio de sus buenas obras. El mundo no es un robot o máquina automática por el cual se echa bien por un lado y se recibe bien por el otro. Lo mismo cabe decir del mal. Y sin embargo las consecuencias de nuestras acciones tienen un efecto inmediato.

A la realidad no podemos tiranizarla mediante nuestros trucos. No podemos obligarla a recompensarnos por nuestra bondad, o por nuestras maniobras. Es estúpido sentirse defraudado ante el cosmos porque a quien creemos peor que nosotros tenga mejor fortuna.

Hay un pájaro que se dedica a construir nidos hermosos con que seducir a las hembras de su especie. Trenza un precioso habitáculo y luego se planta en la puerta a cantar en espera de mejor suerte. Si no llega hembra ninguna, destroza el nido y vuelven a construir otro.

La felicidad se conjura, las vidas se ordenan y se arreglan para que a ellas acuda la fortuna. De nada sirve gritar a los cuatro vientos la propia infelicidad. De nada sirve la gran queja cósmica.

Enseñoréate de tu propio destino. Trabaja para propiciar poco a poco una vida mejor. Y si la vida mejor no llega, no te lamentes, disfruta el camino hacia ella.

martes, 8 de mayo de 2007

AY DE MÍ


Ay de mi, gritaba, qué frío estoy pasando. Pero no se levantaba a cerrar la ventana.

Así que ya va siendo hora de fregar los platos sucios. Arregla el mundo si quieres pero empieza por la cocina, y después sigue por el salón y por el cuarto de baño.

Es una suerte el poder servirse a sí mismo.

lunes, 7 de mayo de 2007

MI CUERPO


Mi cuerpo no es perfecto, pero es simpático y bastante dicharachero. Mi cuerpo es fuente de grandes goces para sí mismo, por eso es mi cuerpo y es herramienta de grandes beneficios ajenos.

Mi cuerpo huele y olfatea, suena y oye, es visto y ve, se mueve y es movido. Sencillamente es mi cuerpo y yo lo quiero.

Como lo quiero, lo ducho y lo peino, lo visto, lo engalano y lo paseo para que se guste a sí mismo y para que sea grato a quien lo mire.

domingo, 6 de mayo de 2007

¿Qué te pasa, hombre blanco?

Hay un pasaje de algunas películas de tema exótico o también en los relatos de antropólogos y viajeros que siempre me llamó la atención, aunque hasta ahora no me figuré en su alcance verdadero. Se trata de aquel momento cuando el aborigen, generalmente el chamán de la tribu (de América, Oceanía, África o Asia), le dice al occidental: “¿Qué te pasa, hombre blanco? ¿Estás enfermo?”.

La frase resulta particularmente extraña cuando el supuesto “enfermo” occidental resulta ser un mocetón fornido o una mujer espectacular. ¿En qué consistía esa enfermedad de Occidente que suponían los aborígenes? ¿Se trataba acaso meramente de un prejuicio racial por parte de ellos, una apreciación subjetiva y arbitraria o qué?

Lo más interesante de los antropólogos no es el estudio que hagan de las culturas exóticas (“primitivas” que decimos en nuestra altanería), sino luego la antropología que realizan cuando regresan a casa y reparan en la extrañeza de su propia sociedad. Igual nos ocurre a los turistas (por mucho que el término nos ofenda y queramos considerarnos viajeros). A mí al menos me ocurre, cuanto más viajo más extraño me siento en mi propia tierra, y más cercano me siento a los habitantes de, por ejemplo, el Amazonas o la India. Lo peor no es el llamado “shock cultural” cuando vamos allí lo peor es el choque cultural cuando venimos de regreso.

Me pasó cuando vine en un viaje de vuelta vía Zurich. Había pasado todo el día en el Pahar Ganj de Delhi viendo a gentes en sus trapillos sonrientes y joviales, me había hecho cortar allí el pelo y luego tomado mi almuerzo. Horas más tardes, por la magia de la aviación, en el terminal de tránsito del aeropuerto suizo señorones opulentos con miles de euros de ropa encima, agarrados a sus maletines de cuero con sus relojes de lujo pero con un semblante entre agresivo y sombrío que sus adornos sólo conseguían realzar. Quizá sea sólo prejuicio y subjetividad por mi parte, pero no pude dejar de pensar entonces en aquel libro del zuriqués Fritz Zorn, Bajo el signo de Marte, que comienza diciendo: "Soy joven, rico y culto; y soy infeliz, neurótico y estoy solo."

¿En qué consiste la enfermedad de Occidente? Pues está claro que existe. Y todavía parece patente, como se aprecia en el libro del adinerado Zorn, que a mayor opulencia y cultura, a mayor occidentalidad, en suma, mayor miseria. Al final nos agarramos a nuestros chalés (aunque no los tengamos), a nuestros maletines de cuero y a nuestros cachivaches electrónicos como quien se agarra a un salvavidas en mitad de la tormenta. Sí, pero ¿en qué consiste la tormenta, en qué consiste el problema? Desde luego en el libro de Zorn tampoco se descubre ni aclara.

Me hace gracia que Zorn estudiara la cultura española y viajara a España para buscar un poco de alivio en su melancolía de la opulencia. Qué equivocado estaba.

Debía de haber ido más lejos. Ni siquiera creo que España sea una tierra intermedia entre Zurich y Brasil, por poner un caso, o la India, sólo por mencionar dos de mis países preferidos. Y es llegar allí para sentirse uno, de algún modo pesado y enfermo, y es salir de allí sintiéndose más ligero y saludable. Desde luego para encontrar la clave de la enfermedad de Occidente era necesario no sólo viajar, sino también volver. Como hizo la estadounidense Jean Liedloff.

Esta modelo fotográfica ocasional, y antropóloga aficionada viajó al Amazonas en busca de tesoros, donde, como suele suceder en este tipo de relatos, en vez de encontrar metales y piedras preciosas, encontró el tesoro escondido de la humanidad entera: la infancia feliz.

En una reedición más del mito del buen salvaje de Rousseau, describe un pueblo, los Yequana que son felices porque su infancia es feliz. Y no es que los Yequana traten a sus hijos de un modo particularmente cariñoso, sencillamente los aceptan a ellos y a sus necesidades básicas. Dan a los bebés y los niños lo que en la genética de cada ser humano, cuando viene al mundo espera encontrar, tal como ha sucedido durante miles o millones de generaciones: contacto materno ininterrumpido, lactancia materna a demanda, brazos y abrazos permanentes. Es lo que Jean Liedloff llama “el concepto del continuum”: hay una continuidad en la línea del origen humano, como especie y como individuos. El bebé que ha estado en el seno de su madre, fuera sigue con ella, en contacto físico permanente, y luego también con otros miembros del poblado, hasta que bien temprano en su vida se integra como miembro de pleno derecho. Es lo que los seres humanos “esperan” cuando nacen, y es lo que se les da. Los niños no son el centro de atención de los adultos, no se les organizan juegos ni espacios, ni nada especial para ellos sino que, al contrario, son ellos los aceptados en la sociedad de los adultos. El resultado son niños armoniosos y obedientes y seguros de sí. Los adultos yequana, en comparación con los occidentales como Liedloff y sus compañeros, son personas equilibradas y flexibles, de unas cualidades físicas envidiables: no tienen vértigo, son ágiles y resistentes. Tienen una alta capacidad para superar las frustraciones con humor, y se despiertan por las noches para bromear y luego, al momento, caen de nuevo dormidos.

Con este “santo graal” de la felicidad humana Jean Liedloff regresa a Occidente para difundir la buena nueva: la clave de nuestras calamidades y dichas sociales y psicológicas reside en la crianza.

Por su parte, Friz Zorn a lo largo de todo el libro no llega a descubrir el misterio, el arcano de su infelicidad. ¿Por qué una persona “joven, rica y culta”padece esa infelicidad absoluta? Habla de “lágrimas tragadas”, hace recuento de numerosos indicios pero desconoce la causa verdadera. El protagonista del relato, el propio autor muere luego sumido en la perplejidad del enigma.

Jean Liedloff hace un relato emocionante de las vivencias de un bebé en el Occidente opulento. Se pone en su lugar y lo cuenta: tal vez imaginación y tal vez memoria.

Por primera y única vez en la Historia de la Humanidad, se ha quebrado ese Continuum. Esta es la única sociedad humana donde no hay lugar para la crianza, donde en ocasiones ya desde la propia clínica los bebés son separados de sus madres, donde con frecuencia no reciben el calor de su pecho o sólo brevemente, donde a los críos se les pone en situación de llorar y son dejados que lloren hasta que pierden la esperanza de ser atendidos y luego callan en una especie de estado de shock letárgico. Y luego tras dos o tres meses (lo que dura la baja de maternidad de la madre) son depositados en las guarderías. En este espacio de tiempo la mayoría de los casos se les ha negado los brazos y los abrazos “porque se acostumbran” (en realidad venían acostumbrados de antemano se pretende desacostumbrarlos), se les ha alimentado con tetinas y leches sintéticas, se les ha puesto a dormir separados de sus madres.

La ausencia de contacto físico es peligrosa y perniciosa. Por sí misma produce mortandad en los niños de los orfelinatos, por bien alimentados y abrigados que estén. La mayoría de los bebés occidentales reciben menos contacto físico del que en otros ámbitos culturales se ofrece.

Las personas de otras culturas veían y ven en los occidentales a personas extrañas: personas que habían sido desprovistas del calor y la confianza de una infancia verdadera. Veían en nosotros el hueco dejado por esa ausencia irrecuperable.

Es muy difícil decir y decidir qué causas tuvieron cuáles efectos. Pero lo que es innegable que esta situación que se vive en Occidente, en términos históricos y geográficos es inusual. Sin duda, y de algún modo que cada cual quiera ver dentro de sí, tiene sus consecuencias.


Más información sobre la crianza en:

unicef: bienestar infantil en países ricos

vídeo sobre los efectos de la ausencia de contacto físico en los bebés

asociación y foro criar con el corazón

asociación y foro dormir sin llorar

método estivill

Criando y Creando

sábado, 5 de mayo de 2007

LA BULLANGA ALEGRE DE LAS COSAS


Incluso en los momentos más amargos de decaimiento, ira, confusión y tristeza he tenido una certeza inconmovible, y reto a cualquier sabio que trate de demostrarme lo contrario: la esencia profunda de las cosas es alegre. Sólo nuestras complicaciones y nuestras torpezas pueden alejarnos de este hecho fundamental.

Hay en cada persona una reminiscencia vaga de algo que se sabe pero no se consigue precisar de modo cierto. Es ese algo que los ojos absortos registran en la danza de las llamaradas en el fuego, en el vaivén de las olas, en el paso de las nubes. Hay en nosotros el vaporoso recuerdo, la velada certeza de algo noble, puro y bello. No sabemos muy bien lo que es, pero intuimos que es algo a lo que una vez pertenecimos y que también nos pertenece.

La brisa en el verano, el frescor del agua, el calor de una manta en invierno, el humilde sabor del arroz y del trigo, una sola mirada amable entre la muchedumbre, el aroma de las plantas tras la lluvia, el rumor de las olas llegando a la escollera, todo en la naturaleza grita alegría, grita amor y grita paz. Y esto es algo de lo que no podemos ser desposeídos.

Escucha la bullanga alegre de las cosas.

viernes, 4 de mayo de 2007

LO QUE ME HACÍA FALTA


Lo que me hacía falta lo obtuve, y lo que deseaba no lo conseguí, lo que conseguí lo perdí, y lo que pasó no lo he vuelto a recuperar.

jueves, 3 de mayo de 2007

PRÍNCIPES INSATISFECHOS


En cierta ocasión, caminando solitario entre las peñas peladas de las sierras de Andalucía, me sorprendió la noche al borde de unos inmensos precipicios. Era pleno invierno, pero el cielo estaba despejado salvo algunas masas de nubes dispersas.

Cayendo el sol, hice recuento de mis posesiones: un mechero, un limón, mi ropa y una navaja. Pasé la noche al calor de una candela, con la compañía de la luna y con un solitario limón por manjar. No es necesario decir en cuanta estima tuve a mi vieja chaqueta de campo y mi bufanda a cuadros, cómo agradecí el calor de las ramas crepitando en el fuego, qué bien me supo y cuánto me refrescó el limón, cómo saludaba a la luna cada vez que salía entre las nubes para iluminarme. A la mañana siguiente la brisa de la alborada, que por costumbre solemos considerar fría, la sentí como brisa tibia de primavera. Y la salida del sol, tan deseada, fue una bendición que disipó la oscuridad de la noche permitiéndome ver con claridad el camino de vuelta.

Gracias, por tanto, a quien corresponda.

miércoles, 2 de mayo de 2007

PRECISAMENTE AHORA


El hecho de que estés leyendo precisamente ahora estas líneas no es casual. Desde luego, este libro no puede arreglar una vida. Ningún libro, nada ni nadie puede hacer eso. O mejor dicho, todas las cosas pueden hacer eso. Tampoco soy yo, como bien puede apreciarse, un gran sabio que tenga grandes cosas que comunicar. Lo que importa es el hecho de que precisamente ahora estás leyendo estas líneas.

Los mejores libros son los que no se escriben. No me refiero a los libros que no existen, sino a los que han sido recogidos como apuntes o notas de alguien que hablaba para una ocasión determinada. Precisamente entonces.

martes, 1 de mayo de 2007

AQUÍ UN AMIGO


Hay que tener mucho cuidado con lo que se teme, porque lo que se teme puede acabar ocurriendo. En realidad, temer algo es propiciarlo mediante la obsesión y la fijación.

El mundo es tu amigo. La realidad es tu maestra. Tenemos que permanecer muy atentos a lo que la realidad nos presenta. Nuestro cuerpo es parte de la realidad, y es íntimo con nosotros mismos, pero muchas veces no nos damos siquiera cuenta de qué músculos tenemos tensos y cuáles relajados, y así hasta que acabamos con dolor de cabeza, de espalda o de hombros. En ocasiones ni siquiera lo más cercano nos resulta evidente. Hay muchas circunstancias que nos resultan nocivas, pero no las evitamos. Hay comidas y bebidas que nos resultan perjudiciales, y nuestro estómago lo sabe, pero sin embargo las comemos y bebemos. Hay ocasiones en que estamos cansados, pero no descansamos por tal o cual motivo. Hay momentos en que necesitamos movernos, pero encontramos razones para no hacerlo.

Estamos tan apegados a nuestros hábitos físicos y mentales que no nos atrevemos a contravenirlos aunque sólo sea por un día.

Hemos explorado un pequeño territorio que creemos conocer bien, y que ya bastantes problemas nos causa, como para encima complicarnos la vida con nuevas indagaciones. Y pedimos, por favor, que nada cambie, pero es imposible, todo cambia. Nos acostumbramos a la infancia y nos hacemos adolescentes. Empezamos a aclararnos con la juventud y nos hacemos adultos. Por fin empezamos a conformarnos con la adultez y nos hacemos ancianos. Y eso si hay suerte.

Antes que despertar un poco y observar las cosas tal cual son, preferimos seguir burlándonos de los otros, localizando sus defectos, compararlos con nuestras supuestas virtudes morales o intelectuales.

Creemos que todo lo que contraría nuestros deseos, objetivos y caprichos es una injusticia. O consideramos que no somos lo suficientemente buenos o que no nos esforzamos lo necesario. Nos obstinamos en no observar la realidad misma. Tenemos la fruición del éxito, pero también tenemos la fruición del fracaso.

Un yo que sufre es mejor que ningún yo en absoluto. El sufrimiento, los arrepentimientos, los remordimientos de conciencia constituyen el último recurso de la egolatría. El ego exacerbado se refocila mucho en su propio fracaso, en su propio sufrimiento, en su propio arrepentimiento, en su propia autocompasión.

Cree el ego, en su confusión, que sufrir es mejor que no existir. Creemos que el fracaso y el sufrimiento propio es un mérito que podamos exhibir ante otras personas, para así poder lograr algún tipo de control sobre quien nos atienda.