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LA MEMORIA
Hemos renunciado a muchas posesiones. Nuestra generosidad no tiene fundamento, sin anclarse en nada se expande. Su cualidad es fluida.
Entre tanto, hemos conservado una maleta o balón oscuro donde atesoramos nuestras pertenencias, aquellos que podemos llamar “yo”.
Yo pienso, yo opino que... yo hago, yo decido,... una larga enumeración de principios, de gustos, de preferencias que en realidad no son más “nosotros” que una piedra o una flor junto a la carretera, cuando pasamos a gran velocidad por ella.
Hubo empero un punto en el tiempo de nuestros días en que decidimos qué cosa era “yo” y qué otra cosa no era sino “lo otro”.
La memoria se remonta hasta ese momento, indaga y averigua los motivos que nos indujeron a apropiarnos de tal o cual opinión, gusto, aversión o cualquier otra posesión espiritual sobre la que estampar el sello de nuestra persona.
La memoria se remonta mucho más allá. No niega ni afirma nada. No propone ni dispone. Tan sólo reconoce.
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