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LA PIEDRA PERFECTA
El niño anduvo por los campos húmedos de la lluvia en búsqueda de la piedra perfecta. Andando entre las yerbas mojadas y las setas descartó aquellas guijas quebradas y también los peñascos manchados de liquen. No sabía bien lo que buscaba, y teniendo una piedra un tiempo en la mano la desechaba al encontrar otra más redonda y más pulida.
El hombre adulto y recio, viendo al niño consideró que ninguna piedra sería lo suficientemente perfecta como para poder medir con ella las otras piedras.
Resulta un poco incómodo andar por ahí con una piedra perfecta en mitad del corazón.
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