miércoles, 5 de septiembre de 2007

EJERCER LA PRESENCIA


Somos inmensamente ricos. Podemos compartir esos dones dando trozos enteros de nuestra alma a los otros. Esta es la única riqueza que verdaderamente sacia.

Existe un orden de sucesión. Sólo a causa de la soberbia especulamos con lo que fue y lo que debía haber sucedido, con lo que es y con lo que debería ser, con lo que será o lo que habrá de ser. Y de tal modo nos distraemos de la comprensión.

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