Según mi experiencia, la generosidad es un sentimiento que proviene de la energía y la fuerza vital.
Cuando nos sentimos llenos de energía, joviales o contentos (casi tres palabras intercambiables) también experimentamos generosidad. No me refiero tanto a la generosidad económica (que quizá también) o a la generosidad de tiempo, trabajo, dedicación o atención (asimismo ligados a la sensación de plenitud), pero sobre todo a la generosidad que conlleva sentimientos de perdón, de comprensión, de armonía y paz dentro de sí y con respecto a los otros.
En estos momentos plenos o pletóricos hasta una avispa que nos ronde deja de parecernos hostil y se convierte en una maravilla de la creación, en una joya voladora. Admiramos sus brillantes colores. No queremos matarla. Comprendemos su lugar en la naturaleza. Pero no por eso deja de ser una avispa y de tener un aguijón.
Es preciso estar atentos y tener cuidado siempre. Creo que la comparanza de la avispa es bastante explícita de lo que pretendo exponer.
Es un tópico suponer que la alta sabiduría requiere o conlleva una distancia respecto a los conflictos terrenales. Pero muchas escuelas insisten precisamente en que cualquier comprensión ha de ser contrastada con las dificultades de la vida ordinaria. De tal modo se aconseja que el ermitaño se confronte con el mundo tras sus retiros y meditaciones. Precisamente, desde una perspectiva espiritual, somos habitantes del cuerpo y de la tierra precisamente para tener materia con la que trabajar. Tener paz de espíritu y claridad de la mente retirados en un paraje natural, donde examinar el pasado y comprender el presente es un buen ejercicio. También es buen ejercicio lograr la ecuanimidad en mitad de la vorágine de un día cualquiera.
El Bhagavad Gita, uno de los venerados libros de la sabiduría en India, relata una conversación entre Krishna y Arjuna ante la inminencia de una batalla, con esa vibración de los momentos cruciales en nuestras vidas. Ahí es donde debe manifestarse la verdadera sabiduría. En nuestras vidas corrientes, las batallas son otras, ya no son de armas de metal, sino más bien de papeles escritos o impresos, de correos electrónicos y conversaciones por teléfono. Y tal vez no nos vaya la vida en ellas, pero nos lo tomamos como si así fuera. También el espíritu zen del samurai consiste en mantener la firmeza en la batalla. Se ha meditado en la paz del retiro y el silencio. Y luego no se huye de los conflictos sino que se lleva la paz a los conflictos y se mantiene en ellos, con firmeza.
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Hace 4 años
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