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NADA A CAMBIO DE TODO
El desesperado pretende darlo todo a cambio de un pequeño bocado de salvación, de seguridad y de alivio. Pero no tiene nada que dar, pues todo está dentro de sí.
La autoridad siempre es egótica y confía en el egotismo de los que a ella se acogen.
Hay a veces más ego en el humilde que en el soberbio. Y eso sin que el humilde pretenda siquiera ser un gran campeón de la humildad. Simplemente se envicia en su ego y se engolfa en su desesperación.
La autoridad no trata con personas, tan sólo con un número más o menos grande de adeptos.
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