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DE LA VERDAD GARANTIZADA COMO MURO QUE NOS IMPIDE CONTEMPLAR LA VERDAD MISMA
Aunque sea cierto esa gran verdad que anuda la mente, aunque su certeza esté garantizada, puede convertirse en un muro que nos impide alcanzar la realidad misma.
Queremos la verdad a cachos o en pedazos, frases o máximas de verdad, normas o principios, ideas o ideales, en fin, meras muletas o comodines para nuestra pereza mental.
A veces estas grandes verdades nos han sido donadas por otras personas. Otras veces creemos que son cosa nuestra. Lo mismo da. Nunca podemos dar una lección por concluida, nunca podemos decir a esto no debo de prestar atención, pues ya lo conozco. ¿Qué conozco? Una pequeña receta mental. En realidad, nada. No es necesario caer en la adoración de las frases o palabras. Pero a las palabras hay que cuidarlas. La realidad no puede ser encerrada o conjurada en palabras. Pero las palabras pertenecen también a la realidad misma.
La santidad de las palabras y las cosas tiene la importancia de nuestra actitud atenta ante ellas.
Las palabras no encierran ningún secreto, sino que somos nosotros los que nos cerramos a los secretos de las palabras.
La palabra debe de ser pronunciada una y otra vez con verdadera atención, de tal modo acaba destilando su poder.
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