domingo, 11 de noviembre de 2007

AZARES


Nuestras vidas cotidianas transcurren entre el empeño de alcanzar más y el afán de conservar lo que ya tenemos.

Tenemos la ilusión de la permanencia. Nos forjamos conceptos estables de las personas, los hechos, las circunstancias y las cosas. Pero hechos, personas, circunstancias y cosas pasan sin darnos siquiera tiempo a rectificar nuestras opiniones.

Por rápido que funcione nuestro cerebro, la realidad le lleva la delantera.

Los sucesos que nos acaecen no avisan. Se nos presentan simplemente. No nos dan siquiera tiempo a trazar plantes previos o bosquejos. Y luego desaparecen con la misma celeridad.

Nos dedicamos a estudiar, a ejercitarnos, a ponernos a prueba para prepararnos para la vida, sin reparar en que la preparación para la vida es ya la vida misma.

Trazamos planes de futuro, pero tampoco somos videntes ni adivinos. Y por mucho que queramos prever el futuro, luego las cosas resultan ser de otro modo distinto.

Las cosas siempre son de otro modo. Este modo de ahora. El mismo modo.

Me siento y bebo té। Hoy el día está pasando muy deprisa.

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