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EL HOMBRE ES UNA FIESTA PARA EL HOMBRE
Los seres humanos, en nuestra vida ordinaria estamos expuestos a numerosos conflictos. Estos conflictos nos causan confusión. A la vez, nosotros con nuestra propia confusión causamos confusión en las personas con quienes convivimos.
El poder de cada uno de nosotros es grande. Pero en ocasiones no nos conformamos con este poder, y queremos adquirir aún más. No sabemos qué hacer con el inmenso poder que ahora tenemos y todavía buscamos más. No sabemos conducirnos a nosotros mismos, pero queremos conducir a otros. ¿En qué consiste este poder que poseemos? Es la posibilidad de ayudar a otras personas. A veces recibimos ayuda de personas de las cuales no podíamos siquiera imaginarlo. A veces las personas que nos han ayudado no se han dado cuenta de que lo hacían y, por lo tanto, no han pedido nada a cambio. Esas personas a veces nos ayudaron con su mera presencia.
Tu presencia es necesaria para las otras personas. No en el sentido de que seas o hagas algo especial que los otros deban agradecerte. A veces, tu presencia, con tus neurosis, exigencias, caprichos y complicaciones ocasiona molestias y problemas a las personas que conoces. Y, pese a todo, tu presencia sigue siendo necesaria para ellos.
El simple existir, el simple ser no es fácil, y al mismo tiempo no hay que hacer nada para conseguirlo. Limítate a ser y a estar presente. Procura estar atento. Dispón tu ayuda pero no la ofrezcas ni la impongas. Ayuda de un modo resuelto pero sin que tu auxilio resalte, no pretendas un control, una dependencia o una restitución. Esta es la verdadera ayuda. Ejercita tu mera presencia ante lo que debe ser presenciado, pero sólo ante esto. No derroches ni maluses tu presencia, pues es algo importante.
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