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A PARTIR DE LA FELICIDAD Y MÁS ALTO
Lo bueno, lo bello y lo alegre que hay en este mundo nos sirve para comprender cuántas otras cosas pueden ser mejoradas.
En ocasiones a las personas nos toca vivir tránsitos que no nos resultan cómodos ni agradables. En estas circunstancias el caos de la mente se multiplica. Nada entonces se comprende. Y en nuestro error pensamos que la infelicidad y la amargura se hacen incluso lógicos e inevitables.
Un desastre conduce a un mayor caos mental, y el mayor caos mental conduce a nuevos desastres. Parece así que no hay salida posible.
Necesitamos entonces una pausa, un tiempo muerto, un espacio libre donde tener un margen de maniobra.
Podemos pensar que todos los desastres nos ocurren a causa de nuestros errores. Podemos pensar también que no somos nosotros sino que es el mundo el que nos maltrata, o el destino o la suerte —la mala suerte— o lo que sea.
Nada sucede por casualidad. Sino que todo lo que acontece tiene causas, circunstancias y motivos que hacen fuerza para que así suceda.
Todas las cosas de este mundo están ligadas o trenzadas en una red de causas y efectos, donde nada se mueve sin que haya sido motivado por todo lo anterior y sin que, a su vez, ejerza efecto sobre todo lo demás.
Así, la biografía de cada uno está inserta en estos hábitos de la realidad: los motivos, las circunstancias, las causas y los efectos. Sólo que nosotros, en nuestra dimensión humana, a estas manifestaciones de la realidad preferimos llamarles aciertos y errores, éxitos y fracasos.
Ahora, también sucede en ocasiones que, por mucho que queramos por nuestra propia voluntad escapar de un determinado encadenamiento de errores y desastres, resulta que nos vemos sumidos en la confusión, e incapaces de clarificar el caos que emana de la propia mente.
Necesitamos pues una pausa. Necesitamos romper esa cadena de amargura, aturdimiento y confusión que nos ata. Y esto es algo que nadie puede hacer en nuestro lugar, sino que hemos de realizar por nosotros mismos. Podemos pensar que tal cosa es imposible.
Es posible. De hecho millones de personas lo han conseguido a lo largo de la historia personal de la humanidad. Todas las personas tienen la posibilidad de escapar a sus circunstancias y condicionamientos por muy infernales que éstos parezcan. Sólo que la mente confusa por sí misma no tiene la capacidad de hacerlo. No goza del espacio o de la amplitud suficiente para hacerlo.
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